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PRINCESITA

Por: Ángela Cajiao

Princesita: en tu castillo no se habla de ninguna

fiesta,  ni de la tibieza cándida de tu plateada luna.

 

Están olvidadas con su cetro de oro,

las hermosas hadas y sus buenos tesoros.

 

No vendrá encantado el príncipe a tu encuentro,

Y la melancolía de la sombría noche, cubre tu lamento.

 

Ni estará alistándose el cortejo encantado

Ni estrenaras vestido, ni atuendo adornado.

 

No hallarás en tu baúl un puñado de sueños.

Y hasta el fuego crujiente se ha extinguido sin leños.

 

Sientes  que la tristeza raya cual centella,

que ahonda y amarga tu fulgor de estrella.

 

Te ha  escarnecido la dureza de los años,

Ha penetrado en tu tez y te ha hecho gran daño.

 

Te engañas pensando que toda la humanidad es buena,

y por eso los golpes te han marchitado apenas

 

Es el mundo, el que vives, un mundo de duelo.

Y tu realidad te confiesa, te confiesa del suelo;

 

Que vives en un martirio donde te arrulla el llanto

Y tu circunstancial vida solo ve el espanto.

 

Ya no cantan para ti armoniosos ruiseñores,

El hastío, como grillos son ahora tus cantores.

 

No olvides princesita que eres la luz del mundo,

y tu gran pasión es muestra de amor profundo.

 

Aunque te sientas opaca, eres la luz de la hermosura;

Eres preciada perla,  la fuente de la ternura.

 

Y tu cara potestad al sol va eclipsando,

tú brillas en lo etéreo, el mal vas apagando.

 

Eres mujer que vibra y tan solo tu belleza,

Puede apagar del mundo la vil sutileza.

 

Tú eres digna de honores, digna de amor eterno.

jamás desfallezcas, aunque  llegue el duro invierno.

 

De tus tristes ojos, adormecida y silenciosa

Veo una mujer tan perfecta como una rosa.

 

No permitas princesita que se robe tu esencia,

que tu labor de mujer ya llena con tu presencia.

 

Haz de tus fracasos una armadura fuerte,

y jamás desfallezcas aunque el dolor venga a verte.

 

Tú posees la decisión de hacer valer tu esperanza,

con castillo o sin él, se mujer de alabanza.

 

Se grande, se servil,  se valiente, encarecida,

apaga de tu corazón la tristeza adormecida.

 

No hay razón para sufrir en la circunstancia mezquina,

que  ser mujer te da fuerza en esta  vida peregrina.

 

 

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