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JAIRITO

Por: Marelvi Álvarez

Cuando salgo a la calle de mi lindo Bolívar soy para muchos como una carreta vieja, lista para botar a la basura. Me da rabia con los apodos que me gritan: “Patojo”, “Aletudo”. Yo les respondo tirando piedras.

¡Ah! Pero para que los haga reír con mi forma de bailar y mis monerías sí soy bueno. Me hacen importante cuando hay que votar por el alcalde. Me dicen: “Jairito, venga,  siéntese acasito. Conversemos”.

La última vez, el Pablo me buscó por todo el pueblo, me dio palmaditas en las costillas y me preguntó, suavecito, como si fuéramos grandes amigos:

—¿Por quién va a votar busté?

—Mmm… todavía no sé —respondí yo, un poquito arisco.

 El  vivo  me dijo:

—Por Osquítar hay que votar, él va a ganar y le va a dar puesto para que barra la escuela.

—¿Sí? —contestaba yo.

Y  ese bandido me decía:

—Claro, amigo Jairo, por él toca votar.

Así me fue convenciendo, y me hizo tomar partido. Me daba plata pa’ comprar  pan y  me mandaba a gritar por el Oscar. Yo, como perrito faldero, bien mandado gritaba: “¡Que viva el Oscar! ¡Con el  Oscar vamos a triunfar!

Ese tonto del Miguel me decía:

—Iu, iu, iu, el aletudo va a perder con el Oscar… 

Un día me sacó la rabia y le zampé una pedrada en la cabeza, para que no jodiera más. Le avisé al Osquítar que el Miguel no iba a votar por él, que era malo y me insultaba.

Pero  lo que más me gustaba de mi partido es que me ponían la bandera de mi país. —Pongámosle la bandera a este tonto.

Se reían mis copartidarios. Pero yo también me reía de ver que me quedaba bonita;  eso parecía un rey. Mi mamá Marcia me regañaba porque andaba haciendo piruetas y sirviendo de payaso a los pillos de Bolívar.

—¡Carajo!, dejá de andar jodiendo por allá. Peliando por el tal Osquítar, que ni cacho te da

—repetía y repetía mi buena mamita.

¡Pobrecita!, yo la hacía sufrir un poquito cuando me emborrachaba, porque sí que me gusta el guaro, el chapil y la cerveza, eso me pone que contento, hablantín  y bailador. Me hace dormir y soñar. No  me da hambre, ni miedo, pero sí rabia cuando me hablaban mal del Osquítar, sobre todo en  tiempos de la política.

Un día el Joel me dijo que venía ese Julián que le hacía la contraria a mi amigo  Osquítar. Lo esperé para insultarlo. “¡Feo! Vas a perder. ¡Abajo, abajo! ¡Viva el Oscar! ¡Oscar sí, otro no!”, gritaba yo. Me cansé de insultarlo y me fui a la casa. Por la noche salí a ver  si ya se había ido, pero el sinvergüenza todavía estaba con esos pícaros del Segundo y  el Jorge, bailando y tomando guaro. El Carlos me llamó y me dio trago hasta emborracharme.

—Andate a sacar a ese Julián de aquí, decile que se vaya —me decía y me empujaba a cada rato.

Yo, bien obedientico me fui. Me paré al frente de él y le empecé a gritar:

—Julián feo, ándate, ándate. —Y lo desafiaba a los puños.

En ésas se levanta el Segundo y me agarra un trancazo en la cara que me dejó  estirado en el suelo. Sólo me acuerdo que me dijo:

—Tonto de los diablos, dejá de joder aquí.

Cosa que no quise más, porque me escapó de quebrar las quijadas. 

A mi papá Alejo le avisaron unos chiquillos y me pegó la gran regañada. “Por andar así es que te pasan cosas malas” me dijo. Entonces me acordé cuando en el mes de agosto que estuve borracho en Samaniego, en el concurso de bandas, unos malos que andaban matando a la gente me iban a subir a un carro para llevarme al matadero y degollarme como a las vacas, como habían hecho con unos amigos. Gracias a doña María, que se acomidió a decirles que yo era un tontico que vivía en Bolívar, que no le hacía daño a nadie, me dejaron tranquilo, si no estuviera en el cementerio. Aunque la vergaja, después que se fueron esos malos, me pegó una buena muenda y me mandó a la casa. Yo, bien contento y temblando de miedo le di un abrazo y me despedí diciéndole:

—Dios  le pague por salvarme la vida.

Me había vuelto tan famoso que no sólo me buscaban para votar sino también para participar en los carnavales de mi pueblito. Una vez me disfrazaron casándome con la Petronila. El Narciso nos casó el mismo día del carnaval. Lo malo fue que mis viejitos no quisieron hacerse cargo de mi esposita, y nos sacaron de la casa, corriendo con un garrote. Me dijeron que ya no podían ni darme de comer a yo, pior a la Petra. Me tocó irla dejar a la casa. Como mi mujercita era sorda muda ni les entendió la insultada que nos pegaron.

 Ah, les estaba contando lo de la votación. Se llegó el día de ir a votar. Ese día me bañé, me puse mi pantalón de dominguera, la camisa roja y mis botas “LA MACHA”; cogí la bandera y me fui a votar. Busqué al Pablito para avisarle que ya estaba listo. Él, muy contento, con un abrazo y una palmada en las costillas, me dijo:

—¡Buena esa, Jairito!, váyase a votar que el suyo es el ganador.

Como mis pies no daban pa’ más, patojiando me fui. Llegué a la escuela y la profe Luisa me dijo:

—La cédula, Jairo; si no, no puede votar.

Yo, bien contento, saqué de la camisa mi cédula y se la pasé. Luego me pasó tres papeles, pero el Pablito gritó desde afuera:

—¡A él no le den tres tarjetones que no puede votar por todos; sólo denle el de la alcaldía.

La profe me quitó los otros papeles y me entré de una en esa jaula donde tenía que rayar. Ese ratico me acordé que doña Marina me decía que lo raye hartas veces a ese Julián para que pierda. Pero el Pablito me había dicho que no, que lo raye al Osquítar, a ese Julián no porque si lo rayaba a ése, el papelito no servía. Salí de allá dentro con las manos arriba, mostrando el papel, y lo metí en una caja grandota. Después de eso me fui con mi amigo a comer la carne con papas que nos dieron a los que votamos.

Bueno, así como tengo amigos también hay chiquillos malcriados que se burlan. Pero tengo a mis cuchos que me quieren y se preocupan por yo; aunque ahora estoy aburrido con  papá Alejo. Él esta solamente acostado en la cama y no se puede ni levantar. Me toca sacarlo a miar y todo. Ya no puedo más con ese viejito, ni siquiera se muere. La inútil de mi hermana me grita y me regaña siendo que le digo:

—¡Ah carajo, no joda más al viejo!

Aunque me ponga bravo me toca ayudarlo a cargar pa’ sacarlo al patio a bañar. Mi mamita Marcionila llora cuando dice que le da pena de yo, que cuando ellos se mueran voy a quedar solito y no habrá nadie quien me dé de comer, pero yo le digo:

—Mamita, como busté me quiere mucho, me lleva al cielo. Junticos allá cocinamos carnita con arroz para comer con papito Dios.

ENCUENTROS

SEMANALAES

Lunes 5 pm.

Casa Lúdica

Samaniego, Nariño

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