top of page

Conocimiento ¿dónde estás?

Por: Harvey Melo

Samuel, asistió como todos los días a su escuela. En su maleta llevaba los útiles escolares y algo para comer, cargaba también la curiosidad, el interés, la animosidad, la energía que a los nueve años se puede tener, sus ojos avivados, sus ágiles movimientos, su ritmo, su voz, todo eso delataban el entusiasmo con el que asumía su rol escolar.

 

            La profesora que le esperaba, le recibió con un abrazo, fue bien afectuosa y de igual modo correspondida, entró con paso seguro y veloz hasta su lugar, se despojó de su maleta, organizó su material y se dispuso para la clase.

 

            La maestra se tomó todo el tiempo posible para tratar de introducir a los niños en el tema, habló de la lectura y de su importancia para la vida, les dijo que allí se encuentra el saber y que sedientos deben buscarlo, ilustró todo el tiempo con ejemplos sencillos para que la comprendan y al final..., dejó una pequeña tarea para la casa:

 

            ─Niños, necesito que hablen con sus padres sobre el conocimiento, ellos tal vez puedan colaborarnos en su comprensión, no es necesario que copien su definición, solo necesito que pregunten y obtengan algún tipo de respuestas.

 

            Samuel, se fue a casa con la idea de hablar con sus padres sobre el pedido de su maestra:

 

            ─Mamá, ¿podría usted decirme algo sobre el conocimiento?

            La madre sorprendida solo se refirió evadiéndolo:

           ─No se hijo, tengo la idea pero no sé cómo decirla, es más, creo que si la digo, te podría confundir.

            ─Ufff, lástima que no esté mi padre para que me ayude.

            ─Sí, Samuel, pero…, creo que tu padre también te diría lo mismo.

 

            Samuel se retiró a su cuarto, preocupado por no haber tenido respuesta, jugó con sus juguetes y habló con ellos de lo que quería saber, fantaseó mucho tiempo con un soldado y el hombre araña, cuando se sintió cansado se enfundó en su pijama para irse a la cama, pero antes cepilló sus dientes, probó los resortes del colchón, se arrodilló y en su oración pidió por sus padres, la humanidad y auxilio para que sus abuelitos, lo iluminen y le respondan la pregunta sobre el conocimiento:

 

            ─Ayuden ─les pidió ya entre las sabanas-, o si no, la profesora me regaña.

 

            Cansado como estaba, rápidamente se durmió y le sobrevino un sueño, muy, pero muuuuuuuuy interesante.

 

            Samuel estaba en el sueño, se miraba, era el mismo, pero no en su forma habitual, se sentía liviano y volátil, llegó hasta una gruta amplia y profunda, pudo distinguir un riachuelo que corría lentamente yendo a entregar sus aguas a la lava hirviente de la herida de un volcán, observó divertido que en su contacto, se producían y elevaban grandes nubes de vapor que humedecían el aire y que al enfriar mojaban la tierra donde se encontraba.

 

            Maravillado e iluminado por el reflejo enrojecido de las entrañas de gruta, se aproximó hasta el borde del abismo, le dio miedo y se retiró buscando la orilla del riachuelo, cuando llegó se agacho, buscó su imagen pero..., no se reconoció, muy sorprendido se preguntó en voz alta:

 

            ─Pero… ¿qué es esto? ─se preguntó a sí mismo.

            ─Eres tú mismo, ¿no te reconoces…? ─se levantó de ipso facto, sorprendido al escuchar que alguien le respondió. 

            ─¿Quién está aquí? -preguntó con voz temblorosa. Sabía que no estaba solo y se calmó rápidamente para entender lo que muy suavemente le dijeron:

            ─Soy yo, aquí, aquí abajo, a quien miraste, es tu propio reflejo..., pero no temas, dicho reflejo te lo estoy devolviendo yo..., ven, ven..., aproxímate, estas acalorado, sumérgete en mí, recibirás la más tierna y suave caricia sobre tu piel, si tienes sed, sáciate de mí fresca abundancia, sólo una cosa, no trates de detenerme porque desde donde yo me encuentre fluiré, correré y me escaparé, en forma de lluvia o en forma de lágrima.

 

            Se sentía muy atraído, cuando de pronto alguien más intervino y le dijo:

 

            ─Ven, Samuel, ven..., ahora ven hacia acá, secaré tus ropas y no tendrás frio, soy el fuego que quema, brasa que doblega hasta el más duro de los minerales, ilumino la oscuridad dejando ver las maravillas del aire, del agua y de la tierra.

 

            Samuel, estaba de nuevo maravillado, no terminaba de sorprenderse, cuando escuchó que se iniciaba una pequeña discusión:

 

            ─Sin mí, no existirías fuego ardiente, puedo apagarte o hacer que te extingas cuando lo desee, de mi depende tu belleza, de que eleves tus flamas azules, amarillas o rojizas, hacer de tus fugaces encuentros con el agua un hermoso destello de colores. Samuel, no me ves pero me sientes, soy suave brisa que acaricia suavemente tu piel y te refresca, llevo el fuego o el agua donde desee con mi fuerza, me introduzco en ti para que respires, para que vivas.

            De pronto un cuarto participante intervino en aquel diálogo tan inesperado.

 

            ─Los he escuchado a todos, considero que ninguno puede subsistir sin mí, soy quien sustenta el agua para que corra, le trazo senderos para que no desborde, soy quien atrapa el aire para que no se esfume hacia el infinito, soy quien aporta la energía para que el fuego arda y a ti Samuel, a ti te sustento porque mi fertilidad lo produce todo, porque la energía brote de mis entrañas y te alimenta, como también aporto los minerales que al forjarlos con el fuego elaboraras las herramientas transformadoras.

 

            Se escuchó un fuerte chapoteo y dijo el agua:

            ─Por más calmada que me encuentre, yo valgo más, no me subestimes, conmigo Samuel, calmas tu sed, te refrescas o riegas y cultivas la tierra.

 

            Se escuchó entonces el crepitar del fuego que respondió furioso:

 

            ─Samuel, notaras fácilmente que jerárquicamente tengo más importancia y reclamo mi lugar porque sin mí, no podrías realizar las herramientas y cultivar la tierra, ¿de qué serviría el agua entonces?

 

            Se escuchó de inmediato el fluir silbante de una brisa embravecida que dijo:

 

            ─Pues me considero que soy el más importante, de no ser por mí, no se esparcirían las semillas para cultivar la tierra y poblar el mundo de alimentos o de belleza en el paisaje, que nutra la materia y alimente el alma.

 

            La tierra al final se revolvió en su puesto haciendo salpicar el agua, lanzar leguas de roca fundida al aire y espantar al viento:

 

            ─Samuel, ahora me doy cuenta de lo importante que soy, porque de no existir, no habría espacio para ustedes, todo quedaría en la nada.

 

            Por fin se atrevió entonces a participar Samuel quien dirigiéndose al grupo les dijo:

 

            ─Me doy cuenta que ustedes cuatro son muy importantes, tanto el uno como el otro tienen el mismo valor.

 

            Nooooo, ─dijo el agua─, como puedes decir eso valórame por favor, dame el valor que en realidad merezco.

 

            ─Igual valor pido yo –dijo el aire─, no quiero compartir el mismo nivel con ustedes.

            ─Oye, oye…, ─dijo la tierra─, creo que me bajare de esta nube y siendo consciente de esta problemática, te pediré que mejor le encuentres el verdadero sentido a esta situación y nos asignes valor justo, a todos por igual.

 

            ─Siiiii, ─dijo efusivamente Samuel─, gracias querida tierra, esas son las palabras que quería escuchar, es lo más sabio que se ha dicho en esta conversación. !De seguro que encontraré el sentido, y concluyó!..., considero que todos ustedes, son los cuatro elementos vitales para que el hombre viva, para que se desarrolle y para que genere cultura...

 

           Dormía plácidamente, cuando el trinar del despertador lo despertó, Samuel de un salto se levantó, fue a la ducha, se cambió, tomo su desayuno, enfundó su chaqueta, su maleta y salió para la escuela con el recuerdo vivo de aquel sueño inesperado.

 

            Al llegar lo recibió su profe como de costumbre, se ubicó, rezaron, dieron gracias, se encomendaron y comenzó la clase.

 

            ─ ¿Quién va a compartir la actividad que recomendé el día de ayer?

─preguntó la profesora.

 

            En el salón el silencio fue sepulcral, eso lo decía todo, resultaba evidente, nadie parecía haber cumplido con la tarea.

 

            Samuel entonces levantó su mano y pidió ser escuchado.

 

            ─La verdad profesora, en casa no me supieron responder..., en cambio, si usted me lo permite, le contaré mi sueño.

            ─Samuel, ¿son estas las horas de contar sueños? –le preguntó la profe.

            ─pss, no se…, pero si usted me escucha, podríamos darle sentido.

            ─Está bien, nos divertiremos, pero apresúrate –dijo un tanto motivada la profesora.

 

            Samuel entonces contó con lujo de detalles las situaciones que vivió durante el sueño, los diálogos los narró y los adornó con sus mejores palabras, al final dio un profundo suspiro y remató:

 

            ─Verdad profesora, ¿que los cuatro elementos son indispensables para nuestras vidas?

 

            La profesora lo miró admirada, y aproximándose sonriente le dijo:

 

─Claro Samuel, lo que tu acabas de decir es muy importante, pero más importante es el logro que has hecho.

─¿Y qué he logrado profesora? –preguntó ansioso.

 

Un tanto emotiva exclamó:

 

─¡Has logrado el conocimiento!, si..., el conocimiento, él, está allí en nuestro alrededor…, en cada cosa que existe !por ejemplo en el aire, en el agua, en la tierra, en los libros!..., !sólo hay que observar, escuchar, interpretar, comprender para extraerlo!..., que bonita experiencia la tuya Samuel, te felicito.

 

─¿Experiencia?, ¿y qué es eso?, ─preguntó de nuevo─ no, no me responda querida profesora, lo soñare esta noche, lograré saber que es la experiencia y así tendré más conocimiento ¿verdad…?

ENCUENTROS

SEMANALAES

Lunes 5 pm.

Casa Lúdica

Samaniego, Nariño

bottom of page