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CARTA JUGADA

Por: Javier Rosero Calderón

Ese día, en aquel instante, me convencí de que no podía esperar más; tenía que haber una forma de abordarla. Nuevamente ella estaba allí, como cada viernes, esperando la rutaal salir de la universidad. En aquella ocasión había demorado mi salida, a propósito, mientras fumaba un cigarro. Sólo los viernes  mis clases terminaban antes que las suyas.

 

Con pasos lentos pero fijos  avancé. Al pisar el separador de la calle me detuve. Pasaron unos automóviles.Después entré en la bahía preparando unas cuantas palabras para dirigirme a ella pero usando como pretexto el del olor del extinto cigarrillo creí que no era el momento oportuno. Entonces, desvié mi marcha unos dos  metros y, finalmente, me ubiqué a su derecha. Desde esa posición, de rato en rato, la miraba de reojo. Dejé pasar mi autobúsdos veces. Tomé  una menta  y la sostuve discretamente dentro de la boca. “Si pudiera vencer mi timidez…” pensaba y me odiaba a mí mismo.

 

Con un suave movimiento empezó a caminar y pasó delante de mí ocupando un pequeño espacio sobrante en la acera. Me sentí flotar  en un exquisito vapor de violetas.

 

─Disculpe─pronunció con voz baja, mirándome de lado. Era la primera vez que oía su voz.  Sólo acerté a cerrar los ojos y a culparme por ser tan cobarde. Después de un segundo ya era imposible seguir  negándose a percibir tanta hermosura. Abrí los ojos. Su falda ancha y larga se mecía a lado y lado, al compás de las caderas llevadas por el  taconeo de sus botas  de cuero negro.  Se  acercó hasta un lujoso automóvil. Yo  empezaba a detestarla.

 

Tomando en sentido  contrario se formaba la   fila de buses que  se acercaban al paradero. Creo que me  parecía a un atleta practicando los cincuenta metros planos. Debí parecer un practicante de carrera con obstáculos al pasar sobre la registradora. Con la misma velocidad  me acomodé en una silla, como de costumbre, junto al  ventanal derecho. El conductor se desplazó hasta mi puesto para cobrar el pasaje y le entregué un billete de veinte mil pesos del que nunca retornó el cambio. Es que me había distraído por completo hasta que una imagen ya conocida  regresó  mi atención al paradero de buses.

 

Ella estaba ahí, con su cabellera negra a merced del viento.Con sus manos delgadas y blancas ajustaba una bufanda de hilo rosado que contrastaba con la chaqueta negra de paño inglés.  Los ojos cafés, perfectamente delineados, enmarcados por unas pestañas largas recubiertas de un buen maquillaje, daban un carácter tiernamente dominante a su mirada que, por un instante, se dirigió hacia mi ventana acompañada de una sutil sonrisa. Esos labios tenían el poder de hechizar. En la distancia infinita que sólo se encuentra hacia nuestros adentros los miré unas cuantas veces  describir la frase: “te amo”.

 

 El fuerte rugir de un motor tiene la capacidad de cortar la más fantástica escena en la mente débil de un obsesionado.  Miré hacia la calle pero ya estaba a varias  cuadras de la universidad. “Será el próximo viernes” me dije.

 

Y el nuevo viernes llegó pero no como los anteriores. Después de la salida esperé durante más de una hora y ella no apareció. Yo desesperaba. Olvidé la retórica con la que me había preparado y me cansé de ensanchar los pulmones.

 

Derrotado,  abordé el autobús y ocupé un lugar junto al ventanal  derecho. Aún guardaba una leve  esperanza de mirarla al filo de la bahía. Cerré los ojos para imaginar que estaba allí, mientras el olor  a violetas me cercaba por todos lados y esos labios rojos describieron la palabra: ¡Hola! que se hizo perceptible, sonora, real. Abrí los ojos y ella estaba allí, rozando mi costado izquierdo, sentada junto a mí. A la velocidad del rayo dudé varias veces de la autenticidad de la voz y de la imagen.

 

─¡Ho…hola! ─Apenas sí pude balbucear. Estaba trémulo. La miré varias veces, estupefacto. Me sentí ridículo. 

─Disculpa, no fue mi intención molestarte.

─ ¡No, nnno! Para nada.

─ ¿Seguro que no?

─Desde luego que no. Es una bonita sorpresa. Tan bonita como tú. ─No me explicaba, aún,  cómo estaba sucediendo ese diálogo real, ni de dónde me llegaba tanta inspiración. 

─Gracias por lo de “bonita”. No creo que sea tanto. ¿Siempre tomas esta ruta?

─Sí. Y tú,  ¿cambiaste la tuya?

─A mí me sirven varias. ¿Qué estudias?

─Ciencias políticas, ¿y tú?

─Sicología.

─ ¡Qué bien! Serás una muy buena sicóloga. Y sí. Eres la más linda de toda la universidad. No soy el único que lo dice. ─Yo seguía hablando ya con fluidez.  Llevado por una mezcla de asombro y  satisfacción, había preferido olvidar lo del auto junto al paradero de buses. No quise preguntarle. La miré mientras repasaba el lápiz carmín sobre sus labios. Luego dijo:

─Eso espero. De hecho ya estoy iniciando una práctica... ─lo dijo con cierta melodía. Me miró y separó sus labios para dejar escapar una risa sensual y algo burlona. Me sentí descubierto.  Un calorcito  emergía por cada poro de  mi  piel  que, en ese momento, era como la de un camaleón. No pude sostener la mirada. Simulando mirar mi reloj opté por sobreponerme y me atreví a preguntarle:

─ ¿Qué piensas hacer esta noche?

─Mm… déjame ver…no tengo programa…la noche va a estar fría… creo que voy a permanecer en casa. ¿Por qué?

Pensé en mil lugares y en ninguno para intentar invitarla. La verdad era que no mucho conocía la ciudad.

─No sé… tal vez si conoces algún lugar al que te gustaría ir…

─No puedo permanecer mucho fuera de  casa.  Bueno, a decir verdad es un pequeño apartamento que acabo de tomar en  arrendo cerca de aquí. Está ubicado en una pensión sencilla pero agradable; tú sabes, uno de estudiante… Quisiera que conozcas, ¿aceptas?

─ ¡Magnífico! ─No pude evitar quemi entusiasmo se desbordara. Me miró sorprendida─. ¡No, no! ¡Discúlpame! Lo que quise decir es que allí podremos planear mejor una salida. En el caso de que pudieras, claro.

─ ¡Perfecto! ─dijo, espaciando las frases con su risa sensual─.  Sí que eres como un niño ingenuo─.   Sí que eres como un niño ingenuo. Bueno, pero a lo mejor podamos cambiar la realidad del país con tus ciencias.

─Sabes que eso es imposible pero puede que logremos darle una mejor visión con tu sicología.

En la siguiente parada descendimos del bus. Las  tres cuadras que restaban las caminamos lentos y nos alcanzó el tiempo para  revelar nuestros nombres, nuestros gustos, aficiones, lugares de origen…  Ella rodeaba  mi brazo con sus manos mientras seguíamos platicando. Al cambiar de tema dijo:

─ ¿Estuviste en la protesta de ayer?

─No. En realidad soy cobarde para esas cosas.

─ ¡Pero si eso es muy divertido! Muchas mujeres participamos; y eso que no ostentamos la valentía de ustedes, los hombres. ─Apoyó su cabeza en mi hombro y deslizó sus manos sobre mi antebrazo hasta encontrar mi mano en señal de que no  había querido ofenderme.

─De todas maneras,  no es bueno que lo golpeen unas bestias con escudos cuyos cascos son los que piensan por ellos ─lo dije con aire de irritación a causa de un mal recuerdo de  gases y bolillos.

─ ¿Te enojaste?

─No, no. Por favor, no me malinterpretes.

─No pudieron golpear a nadie, ni siquiera con los chorros de agua porque utilizamos los tableros de la construcción del bloque nuevo para protegernos y atacar al mismo tiempo. Logramos que las tanquetas retrocedieran. Fue una victoria total de los estudiantes. Tenemos que defender nuestros derechos y organizar un sólido movimiento estudiantil, ¿no crees?

─ ¡Claro que sí! Aunque no es fácil con esta persecución y con esta lucha desigual.

─  Será peor si no lo intentamos. Recuerda que un pueblo que no luche por sus derechos  está condenado a vivir en la esclavitud.

─Veo que eres muy decidida.

─Dicen que tengo el espíritu de “La Pola”. ¿Cómo la ves? ─ Volvió a reír con esa risa que me envolvía en una atmósfera de ternura.

─Yo creo que sí.

─Ya quisiera…

 

  Después de unos veinte minutos entramos en una casona. El acceso era amplio, solado con bloques de barro cocido y desembocaba en un patio grande, recubierto con piedras perfectamente acomodadas. En el centro sobresalía una pila decorada con piedras lajas. Subimos por una escalera de madera en buen estado. El extenso pasillo del segundo piso nos condujo hasta un rincón  de la casona. Una vez en la habitación me ofreció asiento mientras se dirigía a la cocina conectada por una puerta angosta. En seguida regresó a la habitación.

 

Por favor, espérame un momento. Voy a la tienda. Puedes encender la radio o la tele.

 

─ ¿Puedo acompañarte?

─Mejor descansa.  No me tardo. Tenemos mucho de qué platicar.

─Está bien.Encenderé la radio… y gracias.

 

Transcurrió más tiempo del que puede emplearse en ir y volver de la tienda. Entonces me dediqué a detallar sus cosas. Me llamaron la atención unas artesanías en fique entre las que había un portarretrato. “¡Qué bella es!”, pensé, “pero es mucho mejor en persona. Es muy divertida y sensual”.

 

 Al fin de cuentas ya había esperado casi una hora. Entonces caminé despacio hasta el primer piso para observar  de cerca la fuente, pero un murmullo que venía de la calle  hizo que olvidara mi objetivo.

 

Cuando salí, había una espesura de personas alrededor de un área acordonada que separaba a un cuerpo inerte. Algunos rumoraban que era una universitaria y que dos tipos le dispararon desde un auto lujoso.

 

 

ENCUENTROS

SEMANALAES

Lunes 5 pm.

Casa Lúdica

Samaniego, Nariño

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